viernes, 28 de agosto de 2015

En Veracruz el principal criminal es Duarte de Ochoa: Solalinde


Fotos. Jonatan Rosas/IMG Images
Redacción 

Veracruz, Ver. 27 agosto 2015.-  “Ante ese lobo mayor, Javier Duarte de Ochoa, la provincia eclesiástica de Veracruz está viendo los lobos desde la barrera, no hay garantías y la situación se va a empeorar, entre ustedes saben que están expuestos y de nada sirve la ley de protección a periodistas”, afirmó el defensor de los derechos humanos de los migrantes e integrante de la Pastoral Social de Movilidad Humana, Alejandro Solalinde Guerra.


De visita por el puerto de Veracruz para participar en jornadas de vocación religiosa (Semana Mercedaría),  aseguró que el gobierno de Enrique Peña Nieto es un cómplice de esta situación es un estado criminal contra los periodistas y Javier Duarte de Ochoa es el principal criminal, pues hasta el momento  son 14 periodistas perseguidos o asesinados en la entidad. 
El padre Solalinde señaló que confían que en algún momento, llegue al país un gobierno que sí esté interesado en sacar todo a la luz y hacer justicia por los miles de desaparecidos.  






lunes, 17 de agosto de 2015

Último adiós a Playa Punta Gorda.



Último adiós a los restos de playa Punta Gorda, carta de despedida.
Veracruz, agosto de 2015.
Por. Carlos Aguilar/ IMG Images.



Desde la última casa que sobrevive en Punta Gorda puede escucharse como se desquebraja la superficie rocosa de la playa. Se escuchan estruendosos y rechinidos que me cuesta trabajo identificar, ¿serán los rugidos infernales de esas máquinas que todo lo abrazan con su aceitoso fuego o los quejidos de dolor de la tierra que va siendo carcomida a cada instante por el insaciable deseo progresista que caracteriza al hombre urbano y moderno? Tienden un brazo de rocas que habrá de proteger sus caudales de la furia de los mares y los vientos.

Desde donde estoy parado, puede verse a un pescador sentado a la vera del horizonte. En su frente hay sudor y en su boca un cigarro, yo estoy a lo lejos  mirándolo,  él está mirando  las dunas que brillan al ritmo de los rayos del sol, de soslayo y cada vez que la enorme pala arremete contra la tierra se estremece henchido de dolor, se ha llevado las manos a la cabeza, se hirsutan todos los vellos de sus tostados brazos y ambos mudos nos volteamos, preferimos no mirar el repugnante espectáculo mecánico, optamos escuchar y apretar los dientes a cada testarazo. Aquí lo importante es sentir sin importar hacia donde, se levanta de su silla y sacude la ceniza del cigarro, mira el azul profundo de las aguas, su vista busca consuelo en ese plácido lugar donde la mirada pueda recostarse a descansar un rato.


El horizonte sigue siendo sumamente hermoso, asombroso para quien nunca antes le ha mirado.

Antes de poner un pie sobre la arena, desde el puente pueden verse a ambos lados, por una parte  los verdes bosques se inclinan como si estuvieran cansados de resistir todo el tiempo la fuerza de los vientos salados y al frente la playa, donde pueden reconocerse  dos tonalidades en la arena, una seca, ardiente y centelleante y otra es la mojada, que se encuentra más próxima al mar y combina perfecto con el primer tono de azul oscuro del agua que horizontalmente está unido al azul celestial que las nubes han embarrado. Aquí los azules son distantes de sus hermanos, a veces parecen polares, a veces son dorados. Los días grises y nublados hacen juego con todos los desechos que arrojan las alcantarillas de los humanos. La basura dice tanto.

¿Y el pescador? ¿Yo quién soy para juzgarle? Solamente puedo mirarlo agachar la cabeza agazapado y levantar un poquito la mirada, expiándose las culpas con sigilo. Yo estoy arropado por esta comodidad tan citadina, con el músculo del deseo inflamado, deberíamos de equivocarnos en todos los hospitales y extirparlo, la cirugía sería costosa y de alto riesgo, sí, pero ahorraría una infinidad de males. ¿Yo quién soy para juzgarle? si vivo igual o peor, y como ya lo dijo Friedrich  Nietzsche: “¿el afirmar que vivo ya es un prejuicio?”.


Lo miro fijamente, sospecho con fundamento en un prejuicio, que muy probablemente es de esa gente que habita en la playa y aparenta tener de vida menos años de los que lleva andando. Sin embargo, muy a pesar de sus cabellos negros que no muestran vestigios de blanco, en la barba y el bigote se asoman algunos vellos blancos, que confiesan no tener menos de 50 o 55 años. Su complexión es delgada y su estatura es mediana, más mexicana que otra cosa, su piel denota la historia de una vida viviendo a la orilla de esta y otras playas, quizá más de cincuenta años.

Ahora nuestras miradas se cruzan, aunque solo incidental y momentáneamente, detrás de mí sus ojos buscan al oeste, cerrando un poco las pestañas y tratando de enfocar la vista en algún lado coloca la mano sobre su frente se cubre un poco de los rayos del sol, la ha encontrado, al oeste puede verse aquella araña gigante asechando cuando duermen, cuando sueñan, cuando pescan y pastan cerca del bosque las reses y los caballos. Vuelvo a mirarlo abrazar con los ojos el mar entero, mientras recarga con el hombro todas sus penas sobre uno de los postes que en pie quedaron y que en otro tiempo sostuvieran su palapa.


Vuelven el rumbo sus pies descalzos, a unos cuantos metros yace un cúmulo de tablas destrozadas, hojas de palma despeinadas, restos de trastos y juguetes antiguos, una cubeta repleta de conchas marinas y más al fondo un montón de escombro junto al lavadero de concreto que por alguna extraña razón no se atrevieron a hacer pedazos. Han doblado la voluntad sus rodillas, posa su palma derecha sobre un pedazo de tabla sin temor a las astillas, anuda el puño izquierdo y con la fuerza del mismo, interroga al cielo azotándolo sobre las vigas, finalmente deja caer el torso encima para llorar y caer profundamente soñando.
La ultima carta...

“Querida Alicia, te escribo quizá por última vez desde este sitio en el cual viví poco más de diez años en la soledad de tu partida, como un fantasma entre esta gente que me hes ajena, pero con el tiempo esa sensación se ha vuelto tan familiar que no produce ningún sobresalto en mi ánimo. A veces no sé si el corazón que se paró fue el tuyo o el mío, no me atreví a ocupar el espacio hundido que dejaste en nuestra cama nisiquiera con alguna de mis extremidades, hoy nuestra cama, nuestro cuarto, nuestro refugio del mundo ya no existe más.


¡Ay Alicia, están decididos a devastarlo todo! Ni un centímetro de playa quieren dejarnos en la memoria, ni un centímetro de bosque detrás. Han enviado a esos hombrecillos, vestidos de negro, parecen funerarios zopilotes, jamás descubren sus ojos las gafas oscuras, dicen que son los abogados de la compañía que ahora es dueña de nuestros hogares. Yo sospeche que algo andaba muy mal desde que dejó de contestarnos el teléfono el comisionado del ayuntamiento que antes venía una vez al mes por su respectiva mordida voluntaria, tarascadas que le propinaban los vecinos con tal que los dejara trabajar en paz.

Se me figuran mucho esos hombrecillos trajeados a los zopilotes que deambulan sobre la descarga de porquería que nos lanza por la alcantarilla la ciudad, yo creo que solo los vistieron, les cortaron las garras, les pusieron zapatos y las gafas son para que la mirada de hambre vieja no los delate. Cuando vinieron a verme no quise ni un minuto darles la espalda por temor a que me fueran a atacar desprevenido y se alimentaran de mi carne en mi propia casa.

Comenzaron a visitarnos casa por casa, al principio creímos las historias que nos contaban mientras su máquina sanguinaria se enjugaba la boca para empezar a apuñalar las entrañas de este lugar. Dijeron que nadie sería desprovisto de su hogar, que solo serían modificadas algunas zonas de la playa para lo cual sería necesario remover varias palapas para construir comedores y cierto número de oficinas, claro, cualquier daño que causaran vendría acompañado de una jugosa remuneración económica. Luego todo se aclaró, nos dijeron que esta playa se utilizaría para actividad portuaria comercial, que sería cerrada para el público general y no habría más turismo en este lugar, a cambio nos ofrecieron empleos fijos y concesiones de comedores para sus nuevos empleados, entonces comenzaron a devastarlo todo a una velocidad espeluznante.

Hace unos días  vinieron por la casa de Pancho y lanzaron la cuchara gigante de su trascabo sobre el techo, estuvieron llamando fuertemente a su puerta, creí que ya se había marchado con su hermana sin despedirse de nadie, las tablas del techo le cayeron sobre el cuerpo y lo lastimaron, se había quedado dormido y no escucho el llamado a su puerta pues  se está quedando sordo.

A Pancho lo llevaron al hospital, dijeron que correrán con todos los gastos pero, ¿qué más dolor podrán causarnos? ¿Cuántos males más podrán ocasionarnos? ¿Existe una manera más profunda de herirme? ¿Acaso tienen espadas más largas, retorcidas y afiladas? Hace un par de horas extirparon de lo tangible de la memoria la época más feliz de la vida de un viejo. Mientras existía, todo aquí me recordaba a ti, a Maru, a nuestro nieto. A lo idílico de la historia que construimos alejados del mundo que no entendemos y que al final sus brazos alcanzaron lo que alguna vez creí invulnerable. Incluso al abrir la puerta del frente, por la mañana, sentía como la brisa marina me acariciaba el olfato con tu fragancia.

Quieren extirpar la historia entera de este lugar de todas las memorias. Venía bajando el pensamiento de dejar encriptados en la memoria, como siempre, algunos datos, cuando se topa con un sobresalto que le ha dejado sin aliento. ¿Cuándo este lugar deje de existir cómo voy a convencerme a mí mismo que ha sido real todo aquello que sentí, que sufrí, que gocé, que viví? Me dejan sin cobijo a todos los recuerdos. Miradas esquivas ignoran el sol que arropa a las tardes doradas.


Perdón por no haberte dicho esto en ninguna de las anteriores cartas, pero he pasado los últimos años en la comodidad de lo difícil que es la vida a la orilla de la playa, escribiendo y leyendo plácida y tranquilamente, recorriendo la orilla por las tardes. Si bien no era feliz al menos estuve mucho tiempo a gusto en mi ostracismo voluntario.

Ayer salí a dar un último paseo por la playa. Llegué más allá de la curva donde se agremiaron todos los pescadores cuando me rehusé a formar parte de su cooperativa, me robé el cadáver de un coral que la marea enferma había arrojado como flemático escupitajo, para jamás olvidar a la punta que existe, aún y cuando nadie está de su lado.  Ya no pude llegar más allá de la casa de don Armando, hay un hombre con una macana que vigila y pareciera que tiene prohibido pestañear siquiera un instante mientras impide el paso.

¿Qué más podré decirte que no te haya contado ya?, ¿Cómo ha quemado el escarlata de todos los otoños en que no has estado?,  ¿Cómo cada tarde se pintan con el color del oro la arena y el agua?. Ya estoy viejo y cansado, perdona que te lo diga así tan a la ligera pero hoy   a la orilla del mar, pero creo que no podría acostumbrarme de nuevo a vivir tan próximo a los humanos, aquí si me daba la gana podía encerrarme sin tener que ver a nadie durante días. ¿Cómo le hago para entenderme con ellos si ya no tengo modales, si ya perdí las ganas de vivir? Todo me molesta, me he vuelto irascible y solo me contento leyendo un poco mientras me emborracho y escribo un rato. Huimos de ellos y nos  refugiarnos aquí, este lugar fue mi cobijo del mundo durante tantos años.

Es curioso todo lo que siento por este lugar. En el fondo no amo tanto el dorado de sus tardes como su capacidad de sorprenderme, pero me enamoré de su carácter salvaje y silvestre, de su renuencia y rebeldía ante la vida, de su protesta a la existencia en medio de la nada, absorta y contradictoria playa, aquí florece la vida entre la mierda.

Me despido, Alicia, me despido de ti, de nuestra historia. Volveremos a hablar quizá en otra ocasión, entre mis sueños. No me quedan muchos motivos para vivir así que dejaré que me vaya consumiendo poco a poco la amargura.

Anhelando encontrarnos, Josué.

Y entonces pretendimos alejarnos de lo rastrero de nuestra procedencia, nos erigimos a nosotros mismos, bellos y altivos, utilizando como espejos los ojos de los demás. Nos figuramos el alcance de lo imperecedero, lo perpetuo, lo perfecto y desesperadamente intentamos asemejarnos lo más tocante a ello.

Edificamos ciudades enteras semejantes a nuestra pretendida nueva fisionomía y una moral decadente se desarrolló automáticamente en nuestros adentros a la par,  ante la mirada atónita de todos los animales, dejamos de comportarnos como tales, presumimos advertir la evolución de sensaciones en sentimientos a causa del maldito pensamiento, desde entonces nada ha sido lo mismo, desde entonces devoramos todo lo que encontramos en el camino, incluso a nosotros mismos, para calmar el apetito que no nos deja descansar.


Fotografía: Carlos Aguilar/ IMG Images.

miércoles, 5 de agosto de 2015

Ampliación del puerto de Veracruz deja sin vivienda a habitantes de Punta Gorda


 Puerto de Veracruz, Veracruz, 2015. (FOTO Y TEXTO: Jonatan Rosas / IMG Images).- “La ciudadanía permaneció estática sin ver lo que iban a hacer, a desaparecer la mejor playa que ha tenido Veracruz y aquí se va acabar, cuando esto no debió haber sido así”. El palapero de Punta Gorda, Manuel Caicero Rodríguez, es como recuerda la playa que por más de 20 años habitó y que ahora está a punto de ser destruida por la ampliación portuaria.





Son las cuatro de la tarde con el sol fuertísimo, y el señor Manuel nos hace pasar a su palapa y tomar asiento donde hay sombra y el aire corre fresco, con un tono de resignación platica su travesía en Punta Gorda, cuenta que desde el año anterior les daban fechas para deshabitarla pero todas las fechas fueron pospuestas. Ahora de manera apresurada los habitantes han tenido que quitar la madera de sus casitas y palapas porque ha llegado maquinaria a destruir los techos de sus hogares.




Según un censo realizado por la Administración Portuaria Integral De Veracruz (Apiver) en el 2007, en Punta Gorda habitaban 68 personas, de ellas 37 son palaperos, quienes dependen de sus negocios para poder seguir viviendo, ahora ha crecido el número de gente que supuestamente vive ahí, esto a consecuencia de la mala administración de la nueva encargada de resolver los problemas de población.




Eso ha traído problemas monetarios, del millón y medio de pesos que les prometieron, ahora solo les darán 400 mil pesos y eso se ve afectado para el plan de vida que tenían después de tener que dejar forzadamente la orilla del mar.





“La gente que tiene mucho tiempo fuimos la que le dimos vida a este lugar, este era un nido de víboras había delincuencia y tráfico de drogas, pero todo esto se acabó.”



Unas palapas más adelante esta doña Petra y doña Miriam que están recogiendo las últimas laminas que les puedan servir para llevárselas y poder venderlas como chatarra. Ellas son otras personas que padecieron del apresurado desalojo del lugar que les daba de comer y así como estos dos casos, aún faltan familias enteras, niños, viejos y mascotas que perderán la libertad de poder vivir en un lugar donde las preocupaciones son pocas y la vida más sencilla, donde pasaron vivencias que tendrán que convertirse en recuerdos devorados por la gran maquinaria del nuevo puerto.








lunes, 3 de agosto de 2015

Sepelio de Rubén Espinosa Becerril.


Ciudad de México, 2015.- Se llevó a cabo el sepelio del fotoperiodista Rubén Espinosa Becerril. 
Los hechos de su muerte aún no han sido esclarecidos. Continua la investigación sobre el múltiple homicidio de la colonia Narvarte donde también se encontraba el cuerpo de la activista Nadia Vera y tres personas mas.

(Foto: Rubén Espinosa)









Velan restos del fotoperiodista Rubén Espinosa


Fotos: Rúben Espinoza 

 México 03agosto 2015.- El cuerpo del fotoperiodista Rubén Espinosa Becerril,  fue velado en una funeraria de avenida Revolución donde familiares y compañeros periodistas estuvieron presentes luego que su cuerpo fuera encontrado sin vida junto a cuatro mujeres en un departamento de la colonia Narvarte.





En las afueras de la funeraria elementos de seguridad realizaban guardias. 



Periodista de México exigen justicia por la muerte del fotógrafo Rubén Espinoza



Fotos: Rúben Espinoza.




México, 02 Agosto 2015.- Cientos de personas entre ellos fotógrafos y reporteros, se manifestaron hasta llegar al Ángel de la Independencia en la Ciudad de México, para exigir justicia ante el homicidio del fotoperiodista Rubén Espinosa, quien fue encontrado sin vida el pasado viernes junto con cuatro mujeres en un departamento de la colonia Narvarte.


Ahí, frente al Monumento a la Independencia gritaron “Duarte asesino”, “Peña asesino”, “Gobierno asesino”,”fue el Estado. El Estado nos está matando”.






 Participantes del mitin que tomaron el micrófono aseguraron que el derecho a la vida no está resguardado para nadie. Ya no hay garantía para los mexicanos, sin importar clase social, oficio, edad o género. “No tengo las pruebas, pero sé que fue el Estado y lo podemos repetir todos, como hicieron con Ayotzinapa”, denunció el activista Alejandro Saldaña, profesor de la Universidad Veracruzana, compañero y amigo de Nadia Vera y Rubén Espinosa.




Según los reportes de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal, el cuerpo del fotógrafo Rubén Espinoza Becerril y los otro cuatro cuerpos de las víctima se  estaban maniatados, presentaban huellas de tortura y tenían el tiro de gracia.



De acuerdo con la organización Reporteros Sin Fronteras, México es uno de los países de mayor riesgo para ejercer el periodismo, con más de 80 comunicadores asesinados y 17 desaparecidos en la última década.